CC Santo Domingo de Silos

lunes, 16 de octubre de 2017

CLAVES PARA ENTENDER LOS CONFLICTOS ENTRE ADOLESCENTES Y SUS FAMILIAS.

5 CLAVES PARA ENTENDER LOS CONFLICTOS ENTRE ADOLESCENTES Y SUS FAMILIAS.

No podemos resolver en un texto como éste un problema con tantas variantes, que habría que mirar caso por caso, pero sí podemos dar unas mínimas orientaciones a tener en cuenta.

1. Lo que genera las dificultades no tiene una causa única.

Normalmente los padres creen que el problema son los hijos y viceversa. Esto reduce un problema que es mucho más complejo. Efectivamente los hijos han entrado en una época de cambios a todos los niveles: físico, psíquico, de desarrollo sexual, intelectual, etc. Esto les descoloca muchas veces llegando a generarles conflictos con su entorno. Sin embargo, esto no explica por sí mismo el conflicto. Es importante echar una mirada a cómo lo afrontan los padres, cómo se posicionan, qué miedos y fantasmas despiertan los cambios en los hijos…


2. No, tu hijo no es una persona nueva que no conocías.

Muchos padres y madres piensan que le han cambiado a su hijo, que ya no es el que era. Lo que sucede es que al llegar a la adolescencia muchos niños y niñas rompen con las expectativas que padres y madres tienen puestas en ellos. Unas veces estas rupturas son más perceptibles que otras. Lo que emerge en la adolescencia no aparece de repente, más bien es resultado de un conjunto de elementos que vienen relacionándose desde siempre: la posición del niño/a respecto a los padres, la posición de los padres respecto a los hijos, la relación entre los padres y el papel que juegue el niño/a en esa relación, los deseos del niño/a y sus frustraciones, las demandas parentales hacia los hijos, etc. Es posible prestar atención a estos asuntos mucho antes de llegar la adolescencia.


3. Llegó el divorcio entre los hijos y los padres.

La entrada en la adolescencia es un momento de separación de los hijos respecto a sus progenitores. Esta separación se puede llevar mejor o peor, pero para que no sea tan conflictiva lo primero es asumir la llegada de este momento. Es una situación difícil en la que muchos padres no logran encontrar el punto de equilibrio entre el acompañamiento de sus hijos y la intimidad que éstos reivindican. El punto de equilibrio perfecto no existe, desde luego, sin embargo es necesario, ante la frustración que puede generar la imperfección, no caer en los extremos, bien en el abandono, el tirar la toalla, bien en el control absoluto o la sobreprotección. Es importante que padres y madres puedan soltar la necesidad de control para que hijas e hijos puedan seguir su desarrollo en esta etapa en la que necesitan cierta autonomía y espacio para sus criterios y opiniones, así como para su intimidad. Esto no significa que tengan que desentenderse del camino que están haciéndose sus hijos.


4. ¡No puedes saberlo todo sobre tus hijos!

Para muchos padres y madres, el no saber sobre sus hijos es una gran fuente de angustia y ansiedad. Como señalaba en el punto anterior, es necesario acompañar a los hijos, pero exactamente en la misma medida en que hay que respetar su intimidad. Cuando padres y madres se esmeran en saber en todo momento qué hace, con quién y dónde su hijo o hija, quizás es momento de interrogar esa imperiosa necesidad: ¿Cuáles son los miedos que acusan a estos padres? ¿Hasta dónde son miedos comunes y en qué punto pasan a ser más bien sus propios fantasmas imponiéndoseles? Muchas veces padres y madres no son conscientes del exceso de su miedo, y al no interrogarlo y ponerlo en tratamiento, este miedo se convierte en un problema en la relación con sus hijos que entonces sí, en unos casos hacen por separarse con todas sus fuerzas y en otros se someten a un miedo irracional de los padres. Ninguna de estas dos salidas contribuye a una buena relación familiar ni al desarrollo del adolescente.


5. ¿Qué hacer cuándo la cosa ya se ha puesto difícil?

Si la relación familiar se complica, o hay sufrimiento por parte del adolescente o el padre o la madre, es necesario averiguar qué dificultades están perjudicando el vínculo y a las personas. En algunas ocasiones el hijo o la hija están desbordados por su propio exceso que no logran regular –nervios, ansiedad, agresividad, ira, melancolía, inseguridad, el redescubrimiento de la sexualidad, etc.-, y es necesario prestarles un espacio de escucha en el que puedan tramitar este sufrimiento, ponerle palabras para captar algo de lo que se juega y genera el malestar. En otras ocasiones padres y madres son capaces de intuir que algo no va bien con ellos mismos, tienen un miedo excesivo, o una ansiedad ante la separación que perciben en sus hijos, o quizás una sensación de que han perdido absolutamente el control de la situación. Para ellos también es posible orientarse en esos momentos en los que se sienten perdidos, y pueden hacerlo a través de un análisis que les permita ubicar las coordenadas del problema y poder hacer algo distinto. Por último está la posibilidad, muy habitual, de que tanto hijos como padres y madres contribuyan al malestar familiar de diversas maneras. En estos casos también se puede trabajar con cada miembro de la familia que esté dispuesto a resolver los problemas de fondo.

Marta García de Lucio
Psicoanalista

Artículo completo: sabere.es




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